El estudio se centra en la edición de adenosina a inosina (A a I), una de las modificaciones de ARN más importantes en el cerebro. Los investigadores descubrieron que los cerebros de personas vivas y fallecidas no leen los genes de la misma manera, lo que sugiere una actividad neuronal adaptativa en los tejidos cerebrales vivos. Esta diferencia en la actividad de edición de ARN podría estar vinculada a la plasticidad cerebral, un factor esencial para el aprendizaje y la memoria.
El análisis del equipo identificó más de 72,000 ubicaciones en cadenas de ARN donde la edición A-to-I se produjo con mayor frecuencia en muestras de personas fallecidas en comparación con muestras de pacientes vivos. Esto sugiere que la edición de ARN puede alterar la función de los genes sin cambiar la secuencia del ADN, lo que tiene implicaciones importantes en la salud cerebral.
Es importante destacar que este estudio no niega el valor del uso de tejidos cerebrales postmortem en la investigación de la regulación A-to-I, sino que proporciona un contexto adicional para comprender mejor la función cerebral y las enfermedades neurológicas. Los hallazgos de esta investigación podrían llevar al desarrollo de nuevas terapias para enfermedades neurodegenerativas como el párkinson, la esclerosis lateral amiotrófica, la enfermedad de Huntington o el alzhéimer.
En resumen, el estudio realizado por los investigadores del Monte Sinaí destaca la importancia de analizar las diferencias en la edición de ARN entre tejidos cerebrales postmortem y vivos para comprender mejor el funcionamiento del cerebro y desarrollar tratamientos más efectivos para enfermedades cerebrales. Este tipo de investigación es fundamental para avanzar en el campo de la neurociencia y mejorar la calidad de vida de las personas afectadas por trastornos cerebrales.