El impacto del decrecimiento en el bienestar y la felicidad: lecciones desde Japón
Desde las primeras predicciones precisas sobre el cambio climático, han corrido ríos de tinta sobre qué hacer para frenar su avance y mitigar su impacto. Las conferencias sucesivas de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que se celebran cada año, desde 1995 y de forma ininterrumpida, con la única excepción del pandémico 2020, han puesto muchísimos datos sobre la mesa, pero lamentablemente, los alardes de buenas intenciones han ido acompañados, en su mayor parte, de escasas acciones reales, e incluso nulas.

Cuando la mayoría de las acciones son insuficientes
La mayoría de las propuestas que se han defendido desde las instancias gubernamentales han sido, en el mejor de los casos, tibias, y las acciones reales han encontrado la oposición frontal de grandes empresas y grupos de presión que, frecuentemente vestidos de verde, con el famoso greenwashing, lo máximo que han permitido es apelar a un tecnooptimismo supersticioso e ingenuo y a un retardismo en la puesta en marcha de acciones.

Según refleja un informe demoledor, publicado en 2019, y dirigido por el investigador Timothée Parrique, de la Universidad de Estocolmo, Suecia, el desacoplamiento entre crecimiento económico e impacto ambiental es una quimera irrealizable —el informe lo compara gráficamente con el monstruo del lago Ness—. Como conclusión, se deduce que una de las mejores formas de reducir las emisiones e impactos antrópicos sobre el medioambiente es el decrecimiento económico.
El decrecimiento puede funcionar
La perspectiva del decrecimiento o ‘decrecentismo’, defendida entre otros por el antropólogo suazi afincado en España Jason Hickel, de la Universidad Autónoma de Barcelona, se define como una estrategia de carácter económico y social que propone reducir, de forma intencionada, planificada y controlada, el uso de los recursos naturales y la producción masiva de bienes y servicios, con el fin de lograr una mayor sostenibilidad ambiental, a la vez que se mejora el bienestar humano y se reduce la desigualdad.

Con este planteamiento, el decrecentismo puede parecer utópico. Sin embargo, tal y como muestran las publicaciones científicas, el decrecimiento puede funcionar. Enfocándose en reorientar las economías en satisfacer las necesidades básicas y mejorar la calidad de vida, esta perspectiva desafía el paradigma capitalista imperante y propone dejar de medir la prosperidad en términos de producto interior bruto y comenzar a hacerlo en términos de bienestar social y ambiental.
La investigación llevada a cabo por Komatsu y sus colaboradores se centra en el caso de Japón para examinar empíricamente el debate teórico sobre el decrecimiento como una opción viable para lograr la sostenibilidad.

Decrecimiento y felicidad: el ejemplo de Japón
Buscando dar respuesta a estos interrogantes, los investigadores Jeremy Rappleye y Yukiko Uchida, de la Universidad de Kyoto en Japón, bajo la supervisión del profesor Hikari Komatsu, de la Universidad Nacional de Taiwan, se pusieron manos a la obra mediante la comprobación más directa y clara que se puede concebir: la perspectiva empírica.
La investigación se realizó a través de encuestas sobre la satisfacción con la vida, la felicidad y otros indicadores de bienestar subjetivo, mostrando una recuperación y mejora en la percepción del bienestar personal.

Los datos obtenidos y publicados en la revista científica Futures, revelan que aunque inicialmente el bienestar subjetivo experimentó un declive con la caída de los estándares económicos, esta tendencia se revirtió con el tiempo, incluso en ausencia de recuperación económica. Estos resultados indican que la relación entre el crecimiento económico y la felicidad y el bienestar es más compleja de lo previamente asumido.
Un hallazgo que refuerza la premisa de que las políticas de decrecimiento pueden tener beneficios ambientales y también sociales, como la reducción de la desigualdad de ingresos y la disminución del desempleo. Estas conclusiones desafían frontalmente la suposición de que el decrecimiento conduce inevitablemente a tasas más bajas de felicidad y bienestar.
Los cambios en la concepción del bienestar
El estudio arroja una conclusión más, de gran interés. Y es que la noción de bienestar y felicidad no es la misma a lo largo del tiempo. Hay un proceso de cambio en la forma de percibir la felicidad, desde un enfoque basado en logros individuales y materialistas, hacia la valoración de las relaciones sociales y la satisfacción no material.

Este cambio respecto a lo que proporciona bienestar se refleja en las preferencias individuales y queda patente en el comportamiento y las actitudes hacia el consumo y el estilo de vida, especialmente entre las generaciones más jóvenes. Las personas que no recuerdan o que aún no habían nacido en el tiempo de las altas tasas de crecimiento económico y los patrones de vida generados por la riqueza de la década de 1980, se declaran significativamente más satisfechas que las generaciones anteriores.
Este cambio en la concepción del bienestar y la satisfacción con la vida sugiere una revaluación de lo que se considera importante para la felicidad, alejándose de los valores materialistas hacia una mayor aprecio por las relaciones interpersonales y el bienestar colectivo. Este ajuste en la valoración del bienestar contribuye a la resiliencia del bienestar subjetivo de Japón frente a los desafíos económicos, y sugiere caminos alternativos hacia la felicidad en un contexto de decrecimiento. Demostrando que otro modelo, que priorice el bienestar social y ambiental, por encima del crecimiento económico, es posible.
Referencias:
- Hickel, J. et al. 2022. Degrowth can work — here’s how science can help. Nature, 612(7940), 400-403. DOI: 10.1038/d41586-022-04412-x
- Komatsu, H. et al. 2022. Is happiness possible in a degrowth society? Futures, 144, 103056. DOI: 10.1016/j.futures.2022.103056
- Parrique, T. et al. 2019. Decoupling Debunked. Evidence and arguments against green growth as a sole strategy for sustainability. A study edited by the European Environment Bureau EEB.