Si alguna vez has visto El asombroso mundo de Gumball, seguramente recuerdas a Darwin, el simpático pez con patas que camina por tierra firme como si fuera un humano más. Aunque Darwin es una creación ficticia, en el mundo real hay un pez que parece sacado directamente de esa caricatura: el petirrojo marino del norte (Prionotus carolinus). Este peculiar habitante marino también tiene patas, pero en lugar de usarlas para caminar por la ciudad, las emplea para recorrer el fondo del océano en busca de comida.

El océano alberga un sinfín de criaturas que rompen nuestras expectativas sobre qué es exactamente un pez y cómo creemos que son. Uno de estos ejemplos es el petirrojo marino, Prionotus carolinus, una especie que no solo nada como la mayoría de los peces, sino que también puede, de hecho, caminar. Usando aletas modificadas, o “patas”, este pez explora su entorno al desplazarse por el fondo marino. Sin embargo, su capacidad para caminar no es lo más sorprendente. Los miembros especializados actúan como órganos sensoriales que permiten al pez encontrar y capturar presas enteras escondidos en la arena a través de la detección táctil y química. Un reciente artículo publicado en Current Biology analizó en detalle este comportamiento único del petirrojo marino. Los autores, liderados por Corey A.H. Allard, descubrieron que las “patas”, aunque comúnmente utilizada para desplazarse, y el “pulgar” sirven como sensores altamente especializados. A través de experimentos y análisis, el equipo de investigación ha demostrado que las “patas” están cubiertas de papilas sensoriales que permiten al pez localizar comida a través del contacto táctil y la discriminación química. Este es un caso fascinante de la evolución de un órgano para servir a múltiples fines. Con un poco de libertad, podríamos llamarlas aleta-pata-lengua.

Las patas del petirrojo marino: mucho más que herramientas de locomoción
La mayoría de los peces nadan con sus aletas, como cabe esperar. Sin embargo, el petirrojo marino usa sus aletas como “patas” para moverse en lecho marino. A pesar de que en realidad son registros modificados de las aletas pectorales, le permiten pasear y localizar, además, sus objetivos, enterrados en la arena. Sus «patas» funcionan como “extensión” de los órganos de percepción, otro punto en el que este pez se desvió de la norma. En sus incursiones, introduce sus «patas» claramente en la arena. Los utiliza para descubrir rastros de información tanto de señales químicas como de estímulos basados en el tacto, lo que le permite encontrar percebes y cangrejos ocultos.
El uso de estas patas para detectar presas se debe a la combinación de varios factores sensoriales. En primer lugar, las papilas que cubren las patas están diseñadas para captar pequeñas cantidades de aminoácidos liberados por las presas enterradas, lo que convierte a estas extremidades en una especie de «sensor de sabores» para el pez. Estas papilas sensoriales no solo detectan compuestos químicos, sino que también son sensibles al tacto, lo que le permite saber cuándo ha tocado un objeto enterrado, como una concha. Los estudios muestran que las patas del petirrojo marino responden a moléculas químicas específicas liberadas por las presas, como la L-alanina, y a estímulos mecánicos suaves.

Además, estas extremidades están densamente inervadas con neuronas especializadas que transmiten información sensorial directamente al cerebro del pez, un