El descubrimiento de fragmentos de ámbar en la Antártida ha sorprendido a la comunidad científica, revelando un pasado desconocido y fascinante de este continente helado. Este hallazgo sin precedentes durante la Expedición Polarstern PS104 en 2017 ha proporcionado nuevas evidencias de que la Antártida estuvo cubierta por bosques hace aproximadamente 90 millones de años, durante el período Cretácico.
El estudio publicado en la revista Antarctic Science muestra la presencia de ámbar en una capa de lignito rica en polen y raíces. Este material fósil, formado a partir de resinas vegetales, ofrece una ventana única al pasado ecológico de la región. Los científicos, liderados por Johann P. Klages, han confirmado así que la Antártida tuvo un paisaje mucho más verde en el pasado, similar a los bosques templados de Nueva Zelanda y Australia en la actualidad.
La Antártida durante el Cretácico
El descubrimiento de ámbar en la Antártida nos transporta a un escenario muy diferente al actual. Hace 90 millones de años, la Tierra experimentaba un clima mucho más cálido, lo que permitió el desarrollo de bosques templados en la región antártica. En aquel entonces, la Antártida formaba parte del supercontinente Gondwana, rodeada de coníferas y helechos que exudaban resina, la cual se fosilizaba para convertirse en ámbar.
Este hallazgo arroja luz sobre un pasado olvidado de la Antártida, mostrando cómo este continente estuvo cubierto por densos bosques que producían resina y albergaban una diversidad de especies vegetales.
¿Qué es el ámbar?
El ámbar es una resina fosilizada que se forma a partir de la protección de ciertos árboles contra lesiones e insectos. Esta resina, cuando se endurece y se fosiliza, se convierte en ámbar, una sustancia translúcida de colores variados. Además de su uso en joyería, el ámbar es una herramienta científica importante debido a su capacidad para preservar organismos diminutos.
El ámbar encontrado en la Antártida contiene inclusiones microscópicas que pueden ofrecer valiosos detalles sobre la flora del Cretácico en la región, permitiendo a los científicos reconstruir los ecosistemas antiguos.
El descubrimiento y análisis del ámbar antártico
El ámbar encontrado en la Antártida fue hallado en una capa de lignito de 5 cm de espesor, parte de una secuencia sedimentaria más amplia. Mediante técnicas de microscopía, los científicos pudieron identificar las características del ámbar, como su coloración y fluorescencia. Este descubrimiento tuvo lugar en la Ensenada del Mar de Amundsen, una región clave para el estudio del cambio climático y el deshielo de la capa de hielo antártica.
La presencia de inclusiones microscópicas en el ámbar sugiere que los bosques antárticos producían grandes cantidades de resina, posiblemente como respuesta a factores de estrés como incendios forestales. Estos hallazgos ofrecen una visión única de la ecología pasada de la región, revelando la riqueza y complejidad de los ecosistemas antiguos.
Una puerta para entender el cambio climático
El descubrimiento del ámbar en la Antártida representa una oportunidad única para la investigación paleontológica y el estudio de los ecosistemas prehistóricos. Estos hallazgos brindan evidencias de un clima pasado significativamente más cálido y húmedo en la región, respaldando estudios previos sobre las condiciones climáticas del Cretácico.
A medida que se continúen las exploraciones en la Antártida, se espera encontrar más ejemplos de ámbar y otros fósiles vegetales que ayuden a comprender cómo el cambio climático ha afectado los ecosistemas terrestres a lo largo de millones de años. Estos descubrimientos podrían ser clave para predecir el futuro del planeta y comprender mejor los procesos climáticos que han moldeado la Tierra a lo largo de su historia.