Dos docentes argentinas, una de la ciudad de La Plata y otra de Córdoba, fueron seleccionadas entre los mejores 50 maestros del mundo, como finalistas del Global Teacher Prize, un premio que recibe más de 8.000 postulaciones de 121 países de todo el mundo.

El premio que fue creado para reconocer «el sobresaliente aporte a la profesión del docente más destacado del año y para subrayar la importancia de su rol en la sociedad», reparte como premio un millón de dólares al ganador, precisaron desde Fundación Varkey, organizadora del galardón.

El reconocimiento que cada año entrega la Fundación Varkey en colaboración con la Unesco, tiene como finalistas a Gisela Gómez, quien trabaja en el Instituto Provincial de Educación Técnica Nº 85 República de la India, en General Paz, Córdoba, por su ayuda al desarrollo de proyectos científicos innovadores para resolver los problemas de la comunidad.

La otra docente seleccionada es Ana María Stelman, que da clases en la primaria N°7 del barrio Hipódromo de La Plata a niñas y niños de una zona muy vulnerable «y a través de la empatía, la escucha y la comprensión, desarrolla proyectos y trata de implicar a sus familias en la educación de sus hijos», indicó el comunicado de la Fundación.

Gómez aseguró que «los estudiantes son nuestro bien más preciado», y añadió que el reconocimiento recibido «no es mérito propio» sino de un grupo de docentes que trabajan desde hace más de 10 años.

La profesora que se desempeña en el Instituto Provincial de Educación Técnica Nº 85 en Estación General Paz, localidad vecina a Jesús María, contó que el método que aplican tiene tres fundamentos: «Primero, la vinculación curricular, que haya conexión con alguna problemática que los alumnos detecten, y que tenga impacto social».

«Es muy desafiante trabajar con adolescentes porque es difícil captar su atención, cautivarlos sin que se dispersen. La tecnología es una maravilla y a la vez una gran competencia en la atención de los chicos», dijo Gómez, quien fue reconocida por su ayuda al desarrollo de proyectos científicos innovadores para resolver los problemas de la comunidad.

También advirtió que «una de las claves es la empatía, estar atentos a cómo van reaccionando los estudiantes, vincular la escuela con su entorno, partir de allí, y ser capaces de mostrarles a los estudiantes que hay algo más, de que pueden tener esperanzas y crecer».

«Hicimos la aplicación al concurso los primeros meses del año. En la pandemia hice varias capacitaciones on-line que nos daba la Fundación donde brindaban herramientas para el dictado de clases a distancia», recordó la docente, de 35 años.

Gómez nació en la ciudad de Córdoba pero vive en Río Ceballos, desde donde recorre todos los días 20 kilómetros para asistir a la escuela a dar clases, pasando por un camino de tierra y aseguró que cuando llueve es muy difícil de transitar.

Por su parte Stelman, quien se desempeña como maestra de cuarto grado de primaria en la Escuela Número 7 del barrio Hipódromo de la capital bonaerense, fue recibida este jueves por sus alumnos con aplausos y flores.

«Busco enseñar desde la empatía y el interés de cada niño, desde lo que les pasa y ven a su alrededor, que aporten eso para desarrollar proyectos que los motiven a venir a clases; y que vean lo importante de esforzarse, de que todo lo que se gana con esfuerzo vale mucho», dijo.

Y agregó que busca darle a sus alumnos, «desde la escuela, herramientas para ser felices y encontrar lo que les hace bien».

La docente llegó a dicha escuela, ubicada en la zona de studs y del Hipódromo platense en el 2019, y a pesar del temor que le generaban los caballos, supo que debía aprovechar ese ambiente en el que vivían sus alumnos y alumnas, y donde trabajaban muchas familias de los niños para generar un aprendizaje que los estimule.

«Lo que hice fue hacer que los niños que viven en los studs, por ejemplo, cuenten esa experiencia y le enseñen a sus compañeros, que no tienen caballos, cómo es cuidarlos, cómo es un caballo, etc. El objetivo es involucrarlos en el aprendizaje», destacó.

Los caballos que compiten en el Hipódromo y viven en los studs recorren las calles varias veces al día y su bosta también fue «objeto de estudio» para Ana María y sus niños, con quienes investigó el recorrido de esa bosta de caballo que era retirada y llevada al cinturón ecológico como abono y aprendieron a hacer compost, con eso y lombrices californianas.

«Estudiamos por qué se llevaban la bosta, que no era basura, que tenía valor, y cómo se podían generar abono», precisó.

Otro proyecto que motivó a los alumnos fue un proyecto de astronomía e incluyó la participación de docentes y estudiantes de Ushuaia, Mendoza y Jujuy y La Plata.