¿Qué animales comen humanos?

Autor: Cyp Noticias

El fascinante mundo de los animales antropófagos

Una vieja leyenda de las tribus indígenas del este de Canadá asegura que en los profundos bosques de la región de los Grandes Lagos habitaba una bestia terrorífica, de aspecto humanoide, largas extremidades y afilados dientes, que atraía a sus víctimas susurrando su nombre antes de devorarlas. Cuentan que el primer wendigo, nombre con el que se conocía a esta malévola criatura, fue en principio un hombre enamorado, que, traicionado por su amada, e incapaz de controlar su ira, acabó con su vida y devoró su corazón. Lejos de encontrar alivio al ver consumada su venganza, sus remordimientos terminaron por convertirle en un ser monstruoso, obligado desde ese momento a vagar errante, alimentándose de los desprevenidos viajeros que se adentraban en los bosques que habitaba.

Esta figura mitológica encierra una de las manifestaciones folklóricas más antiguas que se conocen alrededor del tabú del canibalismo, un acto tan deshonroso como habitual entre los antiguos pueblos nativos de Norteamérica cuyas creencias populares mantenían que la antropofagia desposeía al hombre de su condición de ser humano, convirtiéndole en una bestia, en un wendigo.

Instinto de supervivencia

La ventaja de las leyendas es que son solo eso: leyendas, que únicamente cobran vida en la imaginación de los crédulos e ignorantes. Sin embargo, la existencia de animales antropófagos, es decir, que se alimentan de seres humanos, es una realidad. Lobos, tigres, pumas, orcas, buitres y grandes reptiles como el cocodrilo o la pitón reticulada ocasionan decenas de víctimas humanas al año. Estos animales son los verdaderos wendigos que acechan en algunos de los más recónditos rincones de la geografía de nuestro planeta, a la espera de «susurrar el nombre» de alguna víctima desprevenida y acabar devorando su cadáver.

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Sin embargo, a pesar de la espectacularidad de estos sucesos, los casos de antropofagia son relativamente extraños en la naturaleza. Nuestra inteligencia, las nefastas consecuencias que la actividad humana ha provocado en las poblaciones de grandes depredadores, y el desarrollo de un armamento sofisticado nos han colocado en la cúspide de la pirámide alimenticia, convirtiéndonos en un superdepredador que encuentra pocas amenazas reales. Nuestro escaso valor como presa nos convierte en una especie poco codiciada para otros animales.

El instinto de supervivencia que muestran algunos animales, bien por motivos de defensa propia, bien por proteger su territorio o a sus crías, puede propiciar encuentros desafortunados con resultados desagradables. La carroña de un cadáver humano abandonado puede ser una opción inmejorable ante la falta de alimento. En el antiguo Egipto, la antropofagia oportunista de algunos cánidos dio origen al culto de Anubis, el dios con cuerpo humano y cabeza de chacal, protector y guía de los difuntos.

Los mayores depredadores de humanos

Los animales antropófagos por excelencia son los grandes grupos de felinos, principalmente tigres, leones, pumas y leopardos. Entre ellos, el tigre ostenta el controvertido honor de ser el felino más letal para nuestra especie. A pesar de ser una de las especies más emblemáticas de nuestro planeta, es también una de las más amenazadas. En los últimos años, su población se ha visto seriamente reducida debido a la expansión humana y a la caza furtiva.

La letalidad de algunos de estos animales, como el temible «demonio de los Sundarbads » o los «devoradores de hombres» de Jowlagiri, Devarayandurga y Hosdurga- Holalkere, acabó por convertir su persecución en una empresa tan legendaria como arriesgada. Pese al paso del tiempo, la historia de la «tigresa de Champawat» pervive en la memoria de los habitantes del estado de Uttarakhand, donde esta hembra de tigre de bengala sembró el terror a principios del siglo xx, provocando 436 muertes hasta caer abatida por un cazador.

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Después del tigre y el leopardo, los ataques antropófagos del león ocupan la tercera posición. Desde el año 1990, solo en Tanzania han ocasionado más de 563 muertes, aunque debemos relativizar la fiabilidad de estos datos. La escasez de presas y un largo periodo de sequía pudo provocar que estas bestias se vieran obligadas a buscar alimento en nuestra especie, en alguna ocasión de forma dramática.

Antropófagos marinos

Si la tierra entraña peligro, el agua no es menos segura, el wendigo acecha también en las profundidades del océano. La mala fama de los tiburones y las orcas se debe más al cine que a la realidad. Los ataques de estos animales en libertad son anecdóticos y de haber ocasionado bajas, estas han sido consecuencia de una desafortunada confusión con sus presas preferidas, motivadas por una situación de hambre extrema o resultado de la exaltación provocada por la presencia de sangre en un surfista o buzo herido.

La antropofagia en la naturaleza es anecdótica y responde únicamente a la necesidad de supervivencia de unas especies que se han visto progresivamente arrinconadas por nuestra propia expansión. La triste realidad es que el hombre es el único animal que mata cuando no tiene hambre, bebe cuando no tiene sed y habla cuando no tiene nada que decir.

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